martes, 7 de mayo de 2013

Así se metió la DEA en México


Por Rafael Cabrera
@raflescabrera
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Se tiene la información de los niveles de trabajo del presidente de EU, Richard Nixon, y su hombre fuerte, Henry Kissinger, para doblar al entonces presidente Luis Echeverría. Y de cómo, poco a poco, la DEA intervino en todas las tareas relacionadas con el narco: erradicación de plantíos, operativos, inteligencia, tecnología.

He aquí cómo se metió (y se quedó) la DEA en México.

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La mañana del 11 de septiembre de 1973, el presidente Luis Echeverría y su procurador general, Pedro Ojeda Paullada, se reunían en privado con el embajador de Estados Unidos en México, Robert H. McBride. Aunque en ese mismo instante estaba ocurriendo el golpe de Estado contra el presidente chileno Salvador Allende, el encuentro tenía otro propósito: el gobierno encabezado por Richard M. Nixon buscaba que su recién creada agencia antidrogas (DEA, por sus siglas en inglés) comenzara a operar en territorio mexicano.
La reunión se inició a las 11:00. Después de las cortesías, el embajador movió la primera pieza del ajedrez político: entregó a Echeverría una carta escrita personalmente por el presidente Nixon en la que éste le pedía su colaboración para combatir el tráfico de drogas. Echeverría la guardó, agradecido, y prometió leerla más tarde. McBride ya lo tenía en su bolsillo.
Durante 60 minutos, el embajador expuso la preocupación de Washington por la adictiva heroína café que se producía a partir de los campos de amapola en Sinaloa, más que por la marihuana. Lo importante, enfatizó, era localizar y destruir los cultivos y, para lograrlo, la NASA y la DEA habían desarrollado un programa piloto de sobrevuelos nombrado Compass Trip, el cual utilizaría escáners de detección remota (remote sensing) para ubicar a distancia los sembradíos. La cooperación del gobierno mexicano era indispensable.
No se conoce qué decía la carta de Nixon a Echeverría, pero los detalles de la reunión quedaron consignados en los cables escritos por un agente identificado sólo como “Dean” y que fueron telegrafiados días después al Departamento de Estado de EU. Sería el primero de muchos reportes que saldrían de la sede diplomática sobre la cooperación de ambas países en el flamante combate al tráfico de drogas.
El documento forma parte de los archivos desclasificados que la organización WikiLeaks subió a internet hace unas semanas y que han sido bautizados como “The Kissinger Cables”, debido a que fueron elaborados durante el periodo 1973-1976, cuando Henry Kissinger era el secretario de Estado de EU.
Entre los más de 50 mil cables elaborados sobre la situación política, social y de seguridad de México, 583 narran cómo la DEA comenzó a operar en el territorio nacional con el permiso del gobierno de Echeverría y, posteriormente, con el beneplácito de José López Portillo.
La DEA fue creada el 1 de julio de 1973 —este año cumplirá 40 años— por Richard Nixon, quien designó a John Ries Bartels como su primer director. Dos meses después, McBride tenía la misión de negociar con el gobierno mexicano un trabajo conjunto contra el tráfico y cultivo de narcóticos que incluía los sobrevuelos en territorio mexicano, capacitación de su personal y el uso de herbicidas experimentales para destruir los plantíos de droga, además de un intenso intercambio de información de inteligencia entre ambas naciones.
“(El embajador) describió el Compass Trip en algunos detalles y suscitó una reacción particularmente atenta del presidente Echeverría, quien pareció interesado en los aspectos técnicos del programa”, se lee en uno de los dos cables elaborados sobre aquella reunión.
McBride no se limitó a explicar el programa piloto sino que entregó una propuesta del gobierno de EU para mejorar el Plan Canador del Ejército Mexicano, consistente en la destrucción anual de los plantíos de marihuana y amapola en las 36 zonas militares. “Canador” era una palabra inventada a partir de la fusión de “cannabis” y “adormidera”, como también se conoce a la planta del opio, la amapola.
El embajador hizo énfasis en la necesidad de que la Policía Judicial Federal y el ejército aprendieran a obtener información de inteligencia de sus operativos y decomisos, ya que no sabían manejar la información financiera o los testimonios de los narcotraficantes que capturaban.
De igual modo ofreció en nombre de su gobierno recibir a un número de agentes de la Policía Judicial Federal para ser entrenados y presentó a Echeverría y a Ojeda Paullada un mapa que detallaba la expansión de la heroína.
“Aunque ninguna decisión fue tomada, el presidente Echeverría demostró gran interés a las propuestas y las turnó al procurador general para su posterior estudio.
Se acordó que encuentros posteriores serían realizados y planificados entre el fiscal general (Elliot) Richardson (de Estados Unidos) y Ojeda Paullada hacia finales de octubre”, se lee en el último párrafo del cable.
Y así fue. Después vendrían reuniones, operaciones conjuntas e intercambios de información. Cada decomiso de droga, cada plantío de amapola quemado, cada declaración pública y cada detención de narcotraficantes que hiciera el gobierno mexicano, sería informado a la DEA. Y todo quedaría registrado en los cables que se enviaban al Departamento de Estado de EU.
La DEA había llegado a México para quedarse.
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La reunión con Luis Echeverría fue planeada por la embajada estadunidense desde un mes antes. Casi como si fuera un guión a seguir. Incluso la carta de Nixon al presidente mexicano fue preparada como una fórmula para ganar su simpatía y colaboración.
El cable que da cuenta de los preparativos y el diagnóstico que se hicieron para lograr el apoyo mexicano data del 1 de agosto de aquel año.
En realidad, la embajada veía fácil obtener la aprobación de México: “No esperamos ninguna dificultad en obtener el acuerdo del Presidente Echeverría para aumentar el uso de inteligencia proporcionada por el gobierno de Estados Unidos”.
Sin embargo, se admitía una excepción: el gobierno mexicano, especialmente el ejército, era muy celoso de su soberanía y la entrega de equipo antidroga con uso militar podría no ser tomada a bien. “Los mexicanos en general y la administración de Echeverría son particularmente celosos de su ‘independencia’. De igual modo, por motivos políticos, podrían estar poco dispuestos a aumentar su perfil militar”.
Aunque la DEA llevaba un mes en operación, no fue mencionada en el reporte de la embajada. Pero todo lo que en el cable se planteaba sería desarrollado meses después por la esa agencia.
“La embajada recomienda que (…) el embajador McBride entregue una carta a Echeverría del presidente Nixon. En tal carta, Nixon podría presentar las percepciones y preocupaciones de Washington. La carta podría ser planteada para obtener respuesta escrita del presidente Echeverría en ciertos puntos”, dice uno de los párrafos del cable.
El truco de la carta no era nuevo. El mismo reporte revela que era un consejo que la embajada había recomendado usar desde 1971, pero Washington lo había pasado por alto.
El cable concluía que, antes de que McBride se reuniera con Echeverría, era preciso hacer un análisis real de las capacidades del gobierno mexicano para dar soporte al programa antidrogas planteado por Estados Unidos.
En su reciente libro, titulado La DEA en México, el periodista Jesús Esquivel confirma cómo operó EU para lograr su objetivo: “Richard Nixon aprovechó la debilidad de Luis Echeverría y lo presionó para que México permitiera el inicio de operaciones encubiertas de la DEA en territorio nacional”.
Para 1974, la operación de agentes estadunidenses en territorio mexicano fue formalizada entre ambos gobiernos.

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Durante septiembre y octubre de 1973, el titular de la PGR se reunió en diversas ocasiones con funcionarios de alto nivel de Estados Unidos para desarrollar las pruebas del programa antidrogas de ese país y comenzar su aplicación.
El 28 de septiembre, el embajador McBride y Ojeda Paullada tuvieron un desayuno para dar seguimiento a la reunión en la que había estado presente Echeverría. Al encuentro asistieron funcionarios de EU y el agente Dean, de acuerdo con el cable.
Durante la plática, el uso de helicópteros de EU para apoyar al gobierno mexicano fue asumido como una práctica común que, además, debía ser expandida para reforzar el combate al tráfico de drogas. Incluso Ojeda Paullada confirmó que ya había seleccionado un grupo de 12 pilotos civiles para que fueran entrenados por EU.
El cable es revelador sobre la determinación estadunidense: para los días 30 y 31 de octubre se anunciaba la visita del director de la DEA, John Ries Bartels, a México, a fin de sostener reuniones privadas con Ojeda Paullada.
La DEA estaba decidida a desarrollar su programa en México. Y Bartels no sólo visitó el Distrito Federal sino que viajó a Culiacán, Sinaloa, dónde presenció la quema de campos de marihuana y amapola que realizaron tropas del Ejército Mexicano en las montañas.
“Bartels y Ojeda Paulla también discutieron el asunto del tráfico de marihuana, una preocupación para los mexicanos. Bartels acordó que el gobierno de EU podría dar algunos pasos positivos sobre este problema, incluyendo el desarrollo de perfiles de inteligencia de los tipos de aeronaves que cruzan la frontera y aplicar presión a las compañías de renta para prevenir que den servicio a potenciales traficantes”.
El intercambio de información entre la DEA y el gobierno de Echeverría continuó durante todo 1973. El 3 de diciembre, el embajador estadunidense y el procurador acordaron que EU otorgaría a México cuatro helicópteros Bell 212 para sus actividades de erradicación de cultivos de droga, con un valor aproximado de 3.8 millones de dólares.
A inicios de 1974, el presente Nixon designó a Joseph Jova como nuevo embajador en México en sustitución de McBride, pero eso no detuvo el trabajo y el intercambio de información entre ambos gobiernos. Para mediados de febrero comenzaron las pruebas de la operación piloto Compass Trip. El 18 de marzo el cable dio cuenta de cómo estaban resultando los sobrevuelos de teledetección: “Está funcionando bien y produciendo buenos resultados”.
La teledetección consiste en un sistema de escaneo que permite la identificación de los objetos, en este caso la superficie terrestre o el tipo de vegetación, a partir de las diferencias en la energía o radicación que reflejan. De ese modo, con sólo realizar el sobrevuelo a distancia y aplicar esta tecnología, la DEA y el gobierno mexicano obtuvieron mapas en los que podían identificar los plantíos de droga. Es una tecnología que el Ejército Mexicano aún usa, aunque con un mayor desarrollo.
La DEA y la PGR calificaron como un éxito la operación Compass Trip, a mediados de mayo. Un cable reporta al respecto: “Si el procurador general quiere usar el programa, el gobierno de México enviará su propio personal para un futuro entrenamiento que comenzará el 1 de junio. El gobierno de EU podría dar a México equipo necesario y enviar expertos. El procurador aseguró que el equipo sería sólo usado para la erradicación de drogas y que el gobierno de EU desde luego tendría acceso a los resultados del programa”.
Ojeda Paullada admitió que buscaría el avión adecuado para que México realizara de forma propia el programa. Pero Estados Unidos no vio problema: en todo caso, su gobierno también lo proporcionaría.
El sistema fue usado durante los años siguientes para localizar campos de amapola y marihuana en el corazón del narcotráfico en México en los años setenta: el llamado Triángulo Dorado de la droga, esa zona conformada por las sierras de Chihuahua, Durango y Sinaloa.
Hacia julio de 1975, el embajador Jova reportó que había intercambiado cartas con el titular de la PGR para proveer a México de helicópteros, sistemas de telecomunicación y un equipo adicional deCompass Trip, el cual no excedería los 2.7 millones de dólares, según el cable.
La DEA había sembrado su tecnología en México.

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A la par de la operación Compass Trip, la DEA gestionó con el gobierno mexicano la aplicación de un herbicida experimental para eliminar los cultivos de amapola y marihuana.
Desde abril de 1973, antes de que la agencia comenzara sus operaciones, el gobierno estadunidense ya había sostenido reuniones con sus homólogos mexicanos para experimentar con el uso de químicos que mataran los sembradíos. Sin embargo, el tema sólo había quedado en pláticas.
Fue hasta el 28 de septiembre de ese año, cuando McBride y el procurador Ojeda Paullada se volvieron a encontrar, que el tema se abordó. México veía con recelo la propuesta.
“El procurador general acentuó la necesidad de que el herbicida seleccionado no represente una amenaza para cosechas adyacentes o al ciclo ecológico en general. Le indicamos que según nuestra propuesta, esto sería determinado experimentalmente por especialistas agrícolas mexicanos, antes de que fuera hecho cualquier empleo del herbicida”.
Mientras otros programas de la DEA avanzaron en México, el proyecto del herbicida enfrentó obstáculos por parte de un sector del gobierno mexicano.
Un cable fechado el 26 de abril de 1974 documenta que la entonces Secretaría de Agricultura y Ganadería habría bloqueado, a juicio de la embajada de EU, su aplicación. Al parecer, la embajada no estaba muy optimista de concretar el proyecto del herbicida en México, por lo que propuso una visita de expertos de la USDA (la Secretaría de Agricultura de EU) para que ahuyentaran cualquier posibilidad de riesgo y fracaso.
“Desafortunadamente, el nuevo secretario de Agricultura y Ganadería, Dr. Óscar Brauer Herrera, es el mismo hombre que como subsecretario de Agricultura fue probablemente el escollo más grande del proyecto”, asegura el cable.
La información no permite conocer cuál era la sustancia química que el gobierno estadunidenses buscaba experimentar en el campo mexicano, aunque sí se sabe que el 21 de agosto de 1975 se solicitó a EU una nueva entrega del herbicida llamado Paraquat y de aspersores aéreos.
“Las pruebas están siendo conducidas por el procurador general y el secretario de Agricultura personalmente en áreas seleccionadas del estado de Sinaloa contra campos de amapola y marihuana”.
De acuerdo con los testimonios del gobierno mexicano, el herbicida estaba siendo efectivo para destruir en cuestión de días las plantas y las vainas de semillas de la amapola, a diferencia del herbicida denominado Glyphosate, que tardaba más tiempo en matar a la planta.
El Paraquat es el nombre comercial del dicloruro, un herbicida altamente venenoso que comenzó a usarse a partir de la década de los sesenta.
Los cables de la DEA exhiben que para 1975, el uso de este herbicida se convirtió en una herramienta común para erradicar los campos de marihuana y amapola en el noroeste mexicano e incluso se sugirió que se le adhiriera pintura roja a fin de marcar los campos que ya habían sido rociados para evitar duplicación.

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Hacia fines de 1975 el gobierno mexicano echó a andar una ambiciosa campaña de erradicación de plantíos de droga en el Triángulo Dorado. Pero la operación no fue responsabilidad exclusiva del gobierno mexicano: estuvo supervisada en forma permanente por la DEA.
La operación Trizo motivó 96 cables de la embajada dirigidos al Departamento de Estado. En ellos se detallan los logros de la estrategia, así como sus dificultades y la falta de equipo y personal.
De hecho, el gobierno estadunidense apoyó la estrategia con aeronaves y pilotos para reconocer los puntos exactos donde se encontraban los plantíos, todo con autorización de su homólogo mexicano.
“Aprobamos la oferta de asignar cinco aviones adicionales de la DEA con pilotos a México a la campaña para ubicar y destruir campos de amapola”, dice un cable suscrito por un agente identificado sólo como “Robinson”, el 31 de diciembre de 1975.
La operación Trizo se extendería durante 1976 y sería vigilada por el gobierno estadunidense.
A inicios de ese año, un cable dio cuenta de las dimensiones de los sembradíos de droga en el Triángulo Dorado: “Se estima que ahí hay cerca de 7 mil campos de opio listos para ser cosechados o que estarán listos para la cosecha dentro de los 20 días siguientes. El herbicida rociado ha sido un factor positivo en la erradicación”.
Cuando el gobierno de Luis Echeverría concluyó, el de José López Portillo cambió el nombre de la operación a Campaña Permanente de Erradicación, lo que generó expectativas en el gobierno de EU de que se daría continuidad al trabajo había realizado durante el último año.
Trizo fue un antecedente de la ambiciosa operación Cóndor, conducida por Alejandro Gertz Manero, nombrado en 1976 coordinador nacional de la campaña contra el narcotráfico.
La operación Cóndor fue el más grande esfuerzo, hasta entonces, para erradicar de forma masiva los cultivos en la sierra del Triángulo Dorado, lo que generó la captura y desplazamiento de miles de campesinos, pero también que los cárteles de la droga se asentaran en el estado de Jalisco, desde donde operaron durante los años ochenta y noventa.

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La colaboración entre la DEA y el gobierno mexicano no se limitó al uso de la tecnología. La agencia antidrogas logró que sus agentes trabajaran de forma directa en territorio mexicano, a veces en compañía de elementos de la entonces Policía Judicial Federal.
Además, los cables de la época Kissinger demuestran que la embajada de Estados Unidos negoció la expansión de las oficinas de la DEA en distintos puntos del país, aunque hubo algunos momentos en que el gobierno mexicano opuso resistencia.
Un cable, suscrito por el embajador Joseph Jova, da cuenta de la solicitud hecha por la agencia al entonces procurador Ojeda Paullada para que aprobara 31 nuevas posiciones (agentes), además del permiso para establecer nuevas oficinas de la DEA en Veracruz, Mérida y Acapulco.
Los agentes habían comenzado a operar de forma encubierta en México desde 1974. “A México los agentes llegaron a investigar, infiltrar, engañar y finalmente arrestar a los traficantes de droga. En los setenta el tráfico de estupefacientes a Estados Unidos se concentraba básicamente en dos productos: heroína café (obtenida a partir de la goma de amapola) y la marihuana”, señala Jesús Esquivel.
Fechado el 18 de enero de 1975, el cable señala que la solicitud llevaba cinco meses de haber sido presentada y ni el procurador ni la cancillería mexicana daban aún respuesta concreta a la petición.
En la narración se cita, por ejemplo, que incluso el subsecretario José Gallastégui expresó a Jova que no era un momento oportuno para que la DEA ampliara su personal en México.
Entre las razones que dio el gobierno mexicano para posponer la ampliación de la DEA fue que establecer oficinas en ciudades donde no había consulados de Estados Unidos no tenía precedente en la diplomacia mexicana y que sería impropio hacerlo sin autorización.
Sin importar que la respuesta del gobierno mexicano no llegara, la embajada y la DEA avanzaron en su propósito de instalar oficinas en los puertos de Veracruz y de Acapulco, e incluso ya habían considerado un presupuesto de 40 mil dólares para amueblar sus tres nuevas oficinas en México.
Al final del cable, no obstante, Jova reportó al Departamento de Estado que si bien solicitó al gobierno mexicano autorizar la presencia de 31 nuevos agentes en territorio nacional, negociaba con el titular de la PGR la autorización de menos personal. “Realmente sólo necesitamos a seis nuevas personas por el momento”, admitió.
El número de agentes se extendería a lo largo de los años. Después vendrían los homicidios del agente Enrique Camarena y la multiplicación de los cárteles y los capos en México: Joaquín El ChapoGuzmán, Osiel Cárdenas Guillén y tantos otros.
Las labores de investigación de los agentes se intensificarían y, en muchas ocasiones, pondrían en entredicho la soberanía del gobierno mexicano.
Los cables desclasificados por WikiLeaks son apenas un retrato de cuatro años de las labores ocultas de la DEA en México, pero claves para entender los orígenes de cómo, y desde cuándo, la DEA se metió en México.

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