viernes, 4 de mayo de 2012

SG, alineada Julio Hernández López


Astillero
Veracruz, capital
De periodistas asesinados
Goliza en el IFE
SG, alineada
Julio Hernández López
Foto
ANIVERSARIO DE LA REPRESION EN ATENCO. Habitantes de San Salvador Atenco realizaron ayer un mitin en la explanada del Palacio de Bellas Artes, a seis años de los hechos violentos contra la población localFoto Yazmín Ortega Cortés
H
ay una larga lista silenciosa de periodistas veracruzanos que han sido amenazados, agredidos u orillados a dejar su vida habitual. Son el eslabón más débil de la cadena de impunidad que se vive en la entidad que formalmente gobierna Javier Duarte de Ochoa pero que en la práctica dominan dos bandos contendientes, las fuerzas federales, particularmente la Marina, y los grupos de narcotraficantes, en especial uno de ellos, asentado casi institucionalmente desde que Fidel Herrera Beltrán era el gerente general del estado.
Duarte de Ochoa llegó como ostentosa imposición de Herrera pero, sin romper abiertamente con él, ha ido buscando sus propias vías de consolidación personal, cediendo buena parte del control de la entidad a las fuerzas marinas, asumiendo como realidad heredada y luego cultivada la fuerza de los bandos de crimen organizado y apostando cuanto le es posible a la candidatura de Enrique Peña Nieto.
Falto de experiencia política, confesamente identificado con un hombre de ideas muy firmes, Francisco Franco (//bit.ly/pFtq8k) y cada vez más rebasado por las circunstancias, Duarte de Ochoa ha permitido que continúe el esquema de dominio criminal proveniente de la fidelidad. En esa fuente de agravios sociales múltiples, el gremio periodístico ha tenido un papel doloroso pero no único. Policías locales y federales, mandos militares y marinos, presidentes municipales, funcionarios estatales y narcotraficantes de diversa adscripción y nivel suelen moverse a sus anchas en el laxo Veracruz, cumpliendo a bayoneta calada las instrucciones que reciben o las interpretaciones que sobre la marcha deciden realizar.
Así ha llegado Veracruz a la cifra histórica de cuatro periodistas asesinados en seis días. Una de ellos, Regina Martínez, sostuvo un ejercicio crítico que la llevó a denunciar e indagar, por ejemplo, nexos entre policías locales y narcotraficantes (lo que constituye una línea de investigación en su homicidio). Y ayer aparecieron cuatro muertos más: dos trabajaban como reporteros gráficos, otro lo había dejado de ser a finales del año pasado (pero, para la contabilidad macabra, debe ser considerado como periodista) y la novia de uno de ellos. En los detalles de las historias de este cuarteto asoma la realidad cotidiana que pocos publican y que muchos platican solamente en voz baja: los periodistas que deben dejar su estado o municipio por amenazas o que ya han sido secuestrados, torturados y perseguidos y que meses después de haberse ido de Veracruz regresan a otros medios, en otras circunstancias, tratando de eludir sentencias de muerte que finalmente los alcanzan. Desde luego, este panorama no es exclusivo de estas latitudes. En otras entidades se viven situaciones similares.
También con rapidez delatora han quedado alineados la mayoría de los consejeros del IFE y la Secretaría de Gobernación (SG). Goliza metieron en el instituto electoral a la pretensión ciudadana de que se exigiera a las televisoras retadoras que den cobertura de primer nivel a la de por sí rasurada confrontación de puntos de vista y proyectos de los cuatro aspirantes a presidir el país. Siete a dos fue el marcador a favor de Televisión Azteca, con Leonardo Valdés Zurita jugando de centro delantero y árbitro. Frente a los poderes electrónicos levantados, el IFE no fue capaz, siquiera por defensa propia, de enhebrar una respuesta política suficiente para prolongar por algunas semanas la ya desde antes desfalleciente ilusión de que los comicios venideros podrían estar un tanto a salvo del influjo determinante del dinero y las pantallas. Ahora queda todo apabullantemente claro. El IFE se guiará por el letrismo que le conviene (la letra de un artículo de la ley usada como tapaojos para abstenerse de molestar a las cámaras regentes) y estará presto para declarar como ganador de la elección presidencial a quien le presente constancias numéricas de votos a su favor, haiga sido como haiga sido que las haya obtenido, sin valorar las infracciones graves, sin ver mapachería ni ríos de dinero. Al estilo 2006: la elección podrá ser injusta, llena de elementos distorsionantes, con influencia abierta de poderes determinados, pero ni modo.
Parte de esa cerrazón que en consonancia también practicó la Secretaría de Gobernación, al anunciar su indisposición para pedir que conforme al artículo 62 de la Ley de Radio y Televisión se encadenaran las televisoras para difundir el debate, proviene del hecho de que el candidato de la izquierda electoral ha ido ganando presencia en segmentos que hasta hace poco parecían cerrados a escuchar sus propuestas pero que hoy se han abierto a escucharlo sin prejuicios, entre otras cosas porque cada vez más ciudadanos creen imposible encontrar una alternativa aceptable de gobierno futuro en la vacuidad de Peña Nieto o la debacle sostenida con alfileres de Vázquez Mota.
Así ha ido sucediendo en universidades privadas de diversas partes del país, entre jóvenes que por niveles socioeconómicos y por haber llegado a la edad votante entre pláticas adultas descalificatorias de Andrés Manuel López Obrador parecerían predestinados a reproducir esas campañas de difamación. Pero de manera muy sugerente han expresado su apoyo al tabasqueño en lugares como la Universidad Iberoamericana y ayer en la matriz del Tec de Monterrey, donde se ha escuchado el coro de ¡Presidente!que hasta hace poco parecía impensable en esos sitios de elite.
Y, mientras periodistas y ciudadanos protestan hoy a la una de la tarde en Marsella y Havre, donde está la representación del gobierno de Veracruz en el Distrito Federal, y de allí caminan a la Secretaría de Gobernación, ¡nos vemos aquí el próximo lunes, recordando a Eduardo Valle, El Búho, que ayer falleció!
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