lunes, 17 de octubre de 2011

El adivino Calderón



Francisco Rodríguez
Indice político

Hace casi 30 años que, en su restaurante del sur de la ciudad de México, el desaparecido Wolf Rubinskis interpretaba todas las noches un show de adivinanzas. De espaldas a la audiencia el también actor y ex luchador de origen letón y acento argentino describía los objetos que los comensales daban a una guapa asistente. Nunca pude encontrar el truco del que se valía quien fuera uno de los villanos clásicos de la época dorada del cine nacional.
Sí encuentro el truco, en cambio, de la fallida adivinanza que, a través del The New York Times, acaba de recetarnos el ocupante de Los Pinos: Que piensan en el PRI pactar con el narco. ¡Mago! ¡Magazo! ¡Adivino!
Lee Felipe Calderón el pensamiento de los priístas. Una más de las escasas virtudes que posee y que, por cierto, aún nadie le conocía.
¿Cuál, entonces, el truco de esta adivinanza a cargo del michoacano?
Viene contenida en la entrevista que firman Randal C. Archibold, Damien Cave y Elisabeth Malkin:
“El señor Calderón parecía disgustado ante la mera mención del PRI. Cuando se le dijo que el señor Peña Nieto ha criticado el despliegue de las fuerzas armadas en una reciente entrevista con la BBC, diciendo que mostró una falta de planificación, el señor Calderón se burló.”
Tal es el truco de la adivinanza de Calderón. Lo sabe prácticamente todo el mundillo político. Su irracional odio al PRI y, claro, a los priístas.
Y con ese enorme costal de resentimientos agobiando con su peso al no muy grande personaje es que cree adivinar lo que piensan hacer los priístas, en caso de que recuperen la conducción del país.
Adivina Calderón, porque no aporta elementos con los cuales pueda sostener su audaz aserto. Acusa sin pruebas, como lo ha hecho antes con los jueces y magistrados del Poder Judicial y aún con los senadores y diputados de partidos opositores al suyo.
Adivinando y acusando es que Calderón ya dio inicio a la guerra sucia en contra de quienes son señalados en todos los sondeos de opinión –aún en los que encargan desde Los Pinos— como los mejor colocados para ganar los comicios federales de 2012.
Su estrategia es clara, no obstante que ya le resultó adversa en los prolegómenos de las elecciones de 2009, cuando su paisano Germán Martínez Cázares enfiló las baterías blanquiazules en contra de los tricolores, empleando los mismos dardos envenenados: que el electorado ligue al PRI con el narcotráfico y al PAN con la guerra o lucha contra la delincuencia.
Bastante lineal. Maniqueo. Buenos contra malos. Panistas contra priístas.
¿Hay aún quien se trague esta patraña, cuando es más que público y harto notorio que quienes han pactado con el Cártel de Sinaloa y, en especial, con Joaquín “El Chapo” Guzmán han sido precisamente los panistas?
Ellos lo liberaron de un penal de dizque máxima seguridad –la válvula de escape fue Miguel Ángel Yunes, entonces encargado de las cárceles de todo el país— y lo han dejado expandirse territorialmente brindándole no sólo protección, incluso eliminando a sus enemigos.
¿Pacto con los delincuentes? Ya existe. Lo ejecuta esta fallida Administración blanquiazul.
En su bola de cristal, el adivino Calderón está sintonizando un canal diferente. No es el mismo que cotidianamente vemos y sufrimos los mexicanos: desempleo, salarios raquíticos, incrementos en los precios, pobreza y miseria.
El de Calderón, en cambio, está obsesivamente fijo en la conservación del poder –al que se trepó “haiga sido como haiga sido”— a cualquier precio. Tope donde tope. Ya vio que, con las complicidades de muchos, le resultó bonancible en el 2006, ¿por qué no habría de ser exitoso entonces en el 2012?
Habrá que esperar ahora por la respuesta de los priístas.
De su dirigencia nacional, claro. Pero también de su precandidato Enrique Peña Nieto de quien, escriben los reporteros del diario neoyorquino, Calderón se burló.

Índice Flamígero: Ahora que hay de priístas a priístas. Ahí tiene usted el caso del dirigente del membrete Frente Juvenil Revolucionario que, se quejan sus “dirigidos”, es prepotente y déspota. Ejemplifican: cuando por accidente llega “de gira” a un estado de la República, lo hace con un gran séquito, en avión privado y demandando una suite presidencial, botellas de vinos y licores de los más caros. Es lo que dice merecer. ¿Cómo lo ve usted? ¿Qué será cuando deje de ser joven?

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