domingo, 4 de julio de 2010

El próximo lunes por la mañana

El Despertar


José Agustín Ortiz Pinchetti
Millones verán con indiferencia el proceso electoral de este domingo, pero el lunes todos tendremos que enfrentarnos a la decadencia y a la política. Los analistas hacen cálculos de cuál será el escenario para las elecciones de 2012. Pero pocos aceptan que la crisis social y económica se acentuará en los próximos meses y que la vida institucional del país correrá muertes y riesgos. Como señala Manuel Bartlett, lo urgente e importante no es preocuparnos por quién competirá o quien ganará la Presidencia, sino por la situación inédita y terrible que vivimos ya.

No hay un solo indicador que no sea preocupante. En los últimos meses han sido asesinados siete políticos importantes. Incluido un candidato a gobernador de Tamaulipas. Hace 40 días secuestraron a Fernández de Cevallos, personaje clave en la articulación de los grupos de interés. Los asesinatos y ataques han roto todos los récords. Ninguno de estos hechos ha sido esclarecido.

México insiste en mantener el dogma neoliberal que ya se abandona en todas partes. El agotamiento de las reservas petroleras y la debilidad fiscal del Estado y la incapacidad de hacer repuntar la economía, el aumento del desempleo y el desbordamiento de la economía informal agregan un elemento de amenaza siniestra. México se ha convertido en un protectorado y el país pierde soberanía todos los días. Está sometido a una vigilancia estrecha de las autoridades estadunidenses que desconfían cada vez más de cómo manejamos el país.
Existe una dictadura mediática que aturde y envilece la conciencia pública. Esta conjunción de elementos negativos puede provocar un desastre que anticipe y/o agrave la inevitable crisis política de 2012.

¿Cómo enfrentar esta coyuntura? Calderón propone un diálogo. Yo creo que un acuerdo mayor de las fuerzas políticas se impondrá como una necesidad. Pero será para salvar a la República y no para fortalecer un gobierno ilegítimo e inepto. Habrá que tomar medidas para cambiar el rumbo de la política económica. Poner un alto a la impunidad y reconstruir el marco de la competencia electoral incluyendo la reorganización de los órganos que sirven de árbitros. Es indispensable acotar el poder de los medios electrónicos. Sin éstos y otros temas fundamentales en la agenda no vale la pena gastar el tiempo en reuniones de los dirigentes políticos. La incertidumbre que vivimos acentúa la ineficacia y la descomposición de los partidos. Las alianzas han tenido como justificación estratégica impedir la restauración del PRI. Pero sin un acuerdo de fondo que deje atrás los abusos y el fraude de 2006, estas asociaciones hoy y mañana resultarán aberrantes.

jaorpin@yahoo.com.mx

Elecciones en entredicho

Editorial de la Jornada.
Las elecciones que se realizan hoy en 14 entidades de la República, en las que se renovarán congresos locales, alcaldías y 12 gubernaturas, ocurren en un contexto particularmente adverso. Al creciente y generalizado descrédito institucional, particularmente el de los organismos electorales, se suma la profundización de la crisis de representatividad del sistema político vigente, y el avance de la incertidumbre y el desasosiego de la población como consecuencia de la violencia y la inseguridad pública.

Un elemento de contexto insoslayable es la renuncia de Arely Gómez González a la titularidad de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales, ocurrida el pasado miércoles. Que la instancia encargada de fiscalizar y perseguir los delitos electorales quede acéfala a cuatro días de los comicios sería inaceptable y preocupante en cualquier contexto, pero en el actual convergen, además, un desaseo político generalizado y la proliferación de conductas que pueden ser consideradas como violatorias de los códigos en esa materia.

En días recientes, la intensificación de la presencia mediática del titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón –quien ligó tres cadenas nacionales en una semana para resaltar los logros estadísticos de su administración–, presentó a la opinión pública la imagen de un gobernante volcado a hacer proselitismo en favor de su partido. Por su parte, las distintas fuerzas políticas han adoptado como estrategia casi única el descrédito y el golpeteo de los adversarios por distintos medios, entre los que destacan el establecimiento de alianzas partidistas sin otro fundamento que el pragmatismo político, la aplicación exasperante de las tácticas de guerra sucia y el empleo indebido de recursos gubernamentales en las campañas.
Este desgaste institucional y de representatividad bastaría por sí solo para minar el ánimo del electorado, pero la jornada de hoy está marcada además por la irrupción de la violencia y la criminalidad, como se expresa en el asesinato de aspirantes a diversos cargos y personeros políticos, entre los que destaca el del abanderado priísta al gobierno de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú, ocurrido el pasado lunes. Tales hechos, además de constituir crímenes condenables que desmienten la prédica oficial del debilitamiento de la delincuencia organizada, alteran en forma inevitable el escenario electoral y el veredicto popular, por cuanto restringen a la ciudadanía la libertad de designar a sus gobernantes y sus representantes y, al agudizar el sentir de temor y zozobra en la población, merman las perspectivas de una participación amplia y espontánea.

En suma, la jornada electoral de hoy se desarrollará con márgenes de certeza y credibilidad por demás estrechos. De persistir esta tendencia, que es en sí misma un indicador del estancamiento –si no es que del retroceso– en el desarrollo democrático de México, se corre el riesgo de que el país asista, en los comicios federales de 2012, a un escenario aun peor que el vivido en 2006, cuando la elección presidencial, lejos de culminar una transición exitosa a la normalidad democrática, multiplicó y profundizó los factores de polarización política y social, y exhibió, en toda su crudeza, los límites de un sistema político que, según puede verse, no da para más.

Monsiváis en la memoria


Miguel Ángel Granados Chapa



Carlos Monsiváis contó entre los firmantes de una declaración, un editorial colectivo, que no vio la luz pública cuando estaba previsto. El 8 de julio de 1976 el golpista Regino Díaz Redondo eliminó por la fuerza la última página de la edición de Excélsior, el periódico que tras el asalto practicado en esa misma fecha dirigiría durante casi un cuarto de siglo (lo que habla de cuán antiguo es el cinismo social que encuentro como uno de los factores de la descomposición de nuestra sociedad, un sentimiento viscoso que todo lo condona). Junto con decenas de articulistas de ese diario, Monsiváis denunció la maniobra del gobierno federal, que culminaría aquella tarde cuando una asamblea manipulada expulsó de su cargo a Julio Scherer, a cuya salida fue acompañado por esos mismos colaboradores y otros muchos miembros de la cooperativa. Y naturalmente se incorporó a la planta de colaboradores de Proceso, con artículos con su firma y, tras un conflicto de Monsiváis con los editores de La Jornada, con su columna Por mi madre, bohemios. Desde que la estableció, se generó entre ambos una suerte de complicidad, porque no todo el mundo, y yo sí, reconocía en ese extraño título uno de los versos del poema de Guillermo Aguirre y Fierro, El brindis del bohemio, que alguna vez intentamos recitar a dúo.

Durante su estancia en Proceso, Monsiváis estrechó una fructífera relación personal con Scherer, de la que el gran periodista debería hablarnos, y que se manifestó asimismo en el ámbito profesional. Publicaron juntos Parte de guerra I y II, crónica y documentación excepcionales sobre los acontecimientos de 1968. Por mi parte, aunque dejé de ver a Carlos debido a mi ausencia de la revista (ausencia temporal, pues sólo duró un cuarto de siglo), seguí su trayectoria en la segunda mitad de los setenta, cuando se inició la publicación de los volúmenes que lo hicieron un clásico de la crónica-ensayo, que fue su género: Entrada libre, Los rituales del caos, Escenas de pudor y liviandad, que habían sido precedidos por la antología de cronistas A ustedes les consta, en que él debió haberse incluido y que preparó casi con igual esmero a su documento de corte semejante sobre la poesía mexicana que al comenzar los sesenta fue una de sus aportaciones principales a la cultura mexicana, aunque no fuera de las buscadas por el público. Como a muchas personas, el bien educado Carlos invariablemente hacía que Era, su editor principal, me enviara sus nuevos títulos, siempre dedicados con amabilidad y a veces con ironía.

En abril de 1982 formamos parte de una alegre tropa que a invitación de la Histadrut, la central obrera de Israel, visitamos durante más de una semana ese país. Rafael Arazi, el representante de esa especie de CTM (pero decente), reunió un grupo de intelectuales y periodistas para que se informaran in situ de la situación de esa nación, asediada por la opinión pública a causa de errores de sus gobernantes. Figuramos en esa variopinta delegación Elena Poniatowska, Anne Marie Mergier, Adolfo Gilly, el propio Carlos, Froylán M. López Narváez, Virgilio Caballero… No sé si para los propósitos de Rafael también, pero resultó un viaje espléndido. Creo que ninguno de nosotros había estado en la Tierra Prometida antes (yo he vuelto media docena de veces, por mi cuenta y al lado y de la mano de Shulamit Goldsmit, mi compañera orgullosa de su judaísmo), y nuestra breve estancia no fue estéril. Encontramos allí a Esther Seligson, amiga de varios de los viajeros y que hace no muchos meses nos abandonó para siempre.

En las tertulias del Ateneo de Angangueo se había esbozado un desafío que tuvo su episodio principal a orillas del Mar Muerto. Caminando a orillas de esa extraña formación lacustre, Monsiváis y yo cantamos a dúo cuantos boleros y canciones rancheras románticas venían a nuestra memoria. Ninguno de los dos fue dotado del sentido del ritmo y de la cadencia, pero se hizo lo que se pudo. Me parece que el cotejo finalizó cuando Monsiváis reconoció que una canción que yo propuse, y entoné triunfal, le era desconocida. Por fortuna para mí, nunca contendí con Carlos en el recuerdo de música vocal estadunidense, en que era también un memorioso experto, mientras que yo lo ignoro casi todo, salvo las tonadas y las versiones en español de algunos números que contaron en el hit parade de los años cincuenta.

A esa circunstancia gozosa siguió, el 30 de mayo de 1984, el momento trágico y doloroso del asesinato de Manuel Buendía. Ambos éramos amigos cercanos del periodista ultimado por la policía política, y ambos sentimos su pérdida muy intensamente. Fue igualmente acusada la indignación que el homicidio nos produjo, y que nos comunicamos en el velorio, encabezado por José Antonio Zorrilla, que no sólo se apoderó de la investigación para evitar que la pesquisa policiaca lo mirara a él y a su grupo, culpables del homicidio, sino también de su sepelio, con la misma intención. Aunque todavía después de ese instante histórico Iván Restrepo convocó a alguna reunión del Ateneo, en su casa, el club que Carlos mismo, el anfitrión y don Manuel habían fundado, prácticamente desapareció entonces, y se dispersó por completo en los años siguientes tras la muerte –esa por fortuna no violenta– de don Francisco Martínez de la Vega y de don Alejandro Gómez Arias.

Aunque en Unomásuno Carlos era más asiduo colaborador de Sábado, el suplemento dirigido por Fernando Benítez, no vaciló en ser parte del grupo que tras la ruptura con Manuel Becerra Acosta fundó La Jornada. De modo que nos encontrábamos desde las reuniones preparatorias, ya sea en Prado Norte o en la calle de Durango, y luego en las oficinas originales del diario, en Balderas y Artículo 123. No obstante la cercanía afectiva que notoriamente nos unía, no nos frecuentábamos, acaso porque no era necesario ya que las circunstancias políticas y profesionales nos aproximaban de por sí. Así fue en 1988, con motivo de la efusión cardenista, y así sería en 1994. Si no me acuerdo mal, los dos fuimos parte de un grupo al que el ingeniero Cárdenas convocó en su casa de Andes, días y aun horas después del alzamiento, para reflexionar en voz alta sobre el significado de la insurgencia zapatista, que halló en Monsiváis la presencia solidaria que todo movimiento de liberación esperaba y recibía de él. Como una muestra de su adhesión a esa causa, y por su interés en las movilizaciones sociales en general, escribió el prólogo de los varios tomos que Era dio a la estampa con las declaraciones y otros documentos del EZLN.

Quizá fue en noviembre de 2007 la última vez que estuvimos reunidos fuera de la Ciudad de México. La Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca hizo a Julio Scherer un merecido homenaje, y Carlos y yo fuimos invitados a participar en la ceremonia. El acontecimiento coincidió con la feria del libro que con éxito creciente organiza un grupo de jóvenes emprendedores e intelectuales. La oferta editorial era tan vasta, y tan intenso el afán adquisidor de Monsiváis –quien no compraba únicamente libros, sino piezas de artesanía y antigüedades–, que pronto se quedó sin fondos. Acudí en su auxilio con un pequeño préstamo que para mi satisfacción Carlos no se ocupó en saldar, lo cual me complació porque, aunque fuera por esa minúscula razón y por un momento quedé convertido, yo que como muchos fuimos deudores de Carlos, en su orgulloso acreedor.

En los últimos años tuve otra gran satisfacción: el recibir distinciones que él merecidamente había tenido antes. Así fue, por ejemplo, con el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Autónoma Metropolitana, uno de los muchos galardones con que Carlos fue premiado. Sonreí contento al ver su rostro riente en la pared donde esa institución muestra los retratos de sus doctores honoríficos.

Supe también que Monsiváis había sido elegido académico de la lengua, si bien no ocupó nunca la silla correspondiente. A la hora de su fallecimiento, Margo Glantz, genuinamente entristecida por la pérdida de su amigo dilecto, pidió que la Academia Mexicana de la Lengua publicara una esquela de condolencia, aunque Carlos no hubiera pertenecido a ella. Se equivocaba: Diego Valadés recordó que sí había sido académico, por más que nunca pronunciara su discurso de ingreso.

A propósito de esas distinciones compartidas, y otras que la fortuna me ha ofrecido (especialmente la Medalla Belisario Domínguez, del Senado de la República), Carlos me envió en noviembre de 2008 su libro El 68. La tradición de la resistencia. A modo de lamento y reproche que compartí plenamente, dijo: “Querido Miguel Ángel: Nunca nos vemos, siempre te leo y siempre me enorgullezco de tus reconocimientos. Un gran abrazo. Carlos”.

El espurio y su atolladero

¡¡Exijamos lo Imposible!!

Pedro Echeverría V.

La unidad no será con Calderón o la “Iniciativa México”, sino contra ellos por ser los que han llevado al país al desastre.
03 julio 2010
pedroe@cablered.net.mx

1. Los trabajadores de mexicanos por necesidad humana, seguiremos luchando y defendiéndonos desde todos los rincones, aunque nos sigan explotando y reprimiendo. En esas batallas que por hoy son aisladas por falta de experiencia, estamos aprendiendo a ser unitarios para que en adelante ningún gobierno o clase empresarial nos siga sometiendo como hasta ahora lo ha hecho. Los trabajadores construiremos la unidad para combatir contra el gobierno y los empresarios capitalistas, para acabar con el sistema de explotación y opresión. ¿Por qué piensa Felipe Calderón, el presidente ilegítimo y la recién creada organización empresarial, Iniciativa México (IM), que el 70 por ciento de pobres, desempleados, miserables de este país vamos a unirnos a ellos para que nos sigan oprimiendo? La unidad que construimos no es con ellos sino que contra ellos.

2. Felipe Calderón, el presidente ilegítimo, así como los multimillonarios del país que crearon la llamada Iniciativa México, han desarrollado una intensa campaña por TV y radio invitando “a todos los sectores a unirse a sus políticas”. Calderón se ha dirigido a toda la familia política para firmar acuerdos “con el fin de combatir a la delincuencia y al narcotráfico” y la llamada IM ha invitado a la población “a participar en concursos de propuestas y proyectos para hacer progresar al país”. La realidad es que la inmensa mayoría de la población, quizá al 70 por ciento, no está ni enterada ni interesada de eso; pero otro sector de la población, eso que alguien llamó “las fuerzas vivas”, sabe lo que esos llamados significan en tiempos de crisis económica, de repunte de la “inseguridad” y de desplome gubernamental por incapacidad.

3. Por ningún motivo se unirán a los cínicos llamados de Calderón o de la IM los 45 mil electricistas despedidos, los miles de mineros perseguidos, los cientos de miles de oaxaqueños golpeados, los millones de indígenas y campesinos del país sin tierra, sin créditos y sin precios de garantía; tampoco se unirán los estudiantes de la UNAM, del IPN, de la UAM, mucho menos los profesores de la CNTE que han visto y sufrido la destrucción del sistema educativo por falta de presupuesto y sobra de corrupción. En fin, quienes sí le entrarán son los dirigentes del PRI, PAN, PRD y demás partidos que buscan todo tipo de acuerdos que los acerquen más al poder. Saben ellos que no podrán hacer nada serio o importante contra la delincuencia o el narcotráfico porque éste está mejor organizado, pero saben que es la mejor oportunidad para tomar acuerdos entre sí.

4. No debe olvidarse que cuando el poder hace urgentes llamados a la unidad y hace concesiones increíbles a los de abajo –no solo es por los procesos electorales en puerta- es porque siente debilitarse como clase dominante y pretende sumar fuerzas “críticas” o de “oposición” para recuperarse. Calderón y los multimillonarios mexicanos han comenzado a sentir que México puede estar cerca de una gran rebelión que debe estar organizándose en varios lugares, porque en los últimos años se han registrado muchas luchas aisladas en diversos estados. El gobierno ha contratado para el ejército, la policía y para los órganos de inteligencia a cientos de miles de nuevos elementos con el fin de evitar “una nueva revolución de centenario”; por eso entre las estrategias “inteligentes” y desviacionistas los empresarios y los políticos han lanzado sus invitaciones desesperadas.

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