jueves, 23 de diciembre de 2010

Misterio de Navidad Sergio Conde Varela Abogado


Con notoria sabiduría se ha dicho que en la Sagrada Escritura, naufragan los lobos y nadan los corderos y esto viene al caso con motivo del nacimiento de Jesús en Belén.

Para la mentalidad que privaba hace más de dos mil años e incluso para la que existe todavía en ciertos círculos en nuestros días, es un hecho desconcertante lo asentado en los textos sagrados bíblicos y en especial lo escrito por el profeta Isaías en el capitulo 7 verso 14: “Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel”. Este texto pasó desapercibido durante mucho tiempo en la mentalidad oriental pues la razón de que una virgen concibiera sin conocer barón, chocaba estrepitosamente con el desarrollo de la vida natural.

Pues bien, la concepción virginal de Jesús, aparece en el nuevo testamento: “María, estaba desposada con José, y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo”, esa concepción y ese nacimiento, es lo que ha revolucionado al mundo desde sus cimientos desde hace más de dos milenios, hasta nuestra época y seguramente después de ella. El nacimiento de Dios vivo entre nosotros es el misterio de misterios.

Así como la mentalidad de nuestros antepasados no captó ni entendió el nacimiento virginal de Jesús, muchos de nosotros juarenses, chihuahuenses y mexicanos, confundimos esta fiesta con el comprar y regalar cosas en un consumismo feroz, sin medida, frenético, que en muchos casos aleja y envuelve el espíritu y el misterio que encierra la Navidad. Ojalá y destináramos tiempo para reflexionar la trascendencia que tiene esta conmemoración, sobre todo cuando nuestros asuntos no caminan por las vías pacíficas, cuando la violencia ha tomado un lugar que no le corresponde en muchos lugares de México, en especial en nuestra frontera y, cuando el dolor, la angustia y la desesperación se han posesionado de familias enteras.

Así como no se entendió que un bebé pudiera nacer de una virgen, así también, nosotros no entendemos que en ese bebé empezó la economía de la salvación. Por ello quizás, desvirtuamos la esencia misma, el punto central de la Navidad y evadimos psicológicamente razonar en el misterio que puede darnos la respuesta total a nuestros problemas y dificultades. Es manifiesto nuestro desconocimiento del alcance de una fiesta que es religiosa y que no es una fiesta pagana. En tropel acudimos a los centros comerciales llevando dentro de nosotros la idea absurda de que si no entregamos o recibimos regalos, debemos entender que no hay cariño o aceptación entre nosotros, fijando nuestra atención en esa mecánica del toma y daca que después de llevarse a cabo, nos deja con un vacío interior difícil de llenar.

El que esto escribe estima que los juarenses estamos en el tiempo para detenernos en nuestro diario caminar y reflexionar en estos misterios en los cuales se encierra la solución a todos los problemas que tenemos y las dificultades por las que atravesamos, con la alegría no del consumismo atropellado sino del entendimiento claro de que en Jesús, el nacido en Belén, está la respuesta total, integral a nuestra vida.

Por ello, ojalá que en la reunión de Nochebuena, si es que la tenemos, estemos atentos a un invitado especial que a través del tiempo nos dice: “Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo”(Ap.3,20) Ese invitado es el mismo nacido en el establo y su presencia encierra plenitud. De verdad.

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