lunes, 27 de diciembre de 2010

La reaparición. Luis Javier Garrido


La reaparición del panista Diego Fernández de Cevallos en un operativo mediático, enmarcado en un discurso plagado de mentiras y de renovada violencia de la derecha mexicana, se está revirtiendo contra el gobierno panista, que se hunde en un desprestigio cada vez mayor que le hace muy difícil el poder gobernar en los próximos meses.

1. La reaparición escénica de Diego Fernández de Cevallos en vísperas de la Navidad de este 2010, siete meses después de haber sido presuntamente secuestrado el 14 de mayo en su rancho de La Cabaña, en el municipio de Pedro Escobedo, en Querétaro, se ha saldado por una serie de hechos tan turbios como los que marcaron su publicitado rapto, que ponen en tela de duda todo lo acontecido y que crean nuevas responsabilidades al gobierno de facto de Felipe Calderón.

2. La información dada a conocer ayer por La Jornada sobre el caso, revelando que la “liberación” de Diego, lejos de haber sucedido la noche del 20 al 21 de diciembre –como anunció Joaquín López Dóriga en Televisa la mañana del lunes 20, y se pretendió poco después en un show mediático–, había ocurrido nueve días antes de ese mediodía en que ante la presencia de los medios el barbón se presentara arrogante y perfectamente atildado en su domicilio al volante de un Mercedes Benz con su nuevo look matusalénico, no hace más que arrojar nuevas dudas sobre el caso y desprestigiar aún más a los panistas en el poder, confirmando la descomposición del poder.

3. El hecho de que la mafia en el poder pretendiera engañar a los mexicanos dando al desenlace de lo que anunciaron como un grave delito el tratamiento de un happening, mueve y con razón a todas las sospechas. Las hipótesis que se han manejado desde el lunes 20 están siendo en consecuencia un reflejo del repudio popular a los panistas, y así se está hablando desde que fue una patraña o simulación hasta que constituyó la exitosa extorsión de un grupo criminal, de que fue el acto de un comando popular hasta que aparece como un crimen político, olvidándose en esta última presunción que todo atentado contra un político es siempre por definición un crimen político, como lo reconoce el propio Diego al margen de las pretensiones que tenga con su reaparición: hay “un marcado matiz político en mi plagio”, insistió al presentarse trigarante tras su cautiverio (El Universal del 21 de diciembre).

4. Las revelaciones del montaje escénico dan al traste aún más con la campaña mediática que se montó con la pretendida odisea de Fernández de Cevallos con su “liberación”, contada por él con minucias a sus amigos de Milenio Diario, que le han servido como divulgadores de su versión, difundida el 22 de diciembre, y en la que refiere como supuestamente él mismo “pactó su libertad”, negociando una cooperación de sus amigos oligarcas que dice a la postre no fue necesaria, pues su propia familia reunió la suma de 30 millones de dólares que su hijo Diego y el abogado Antonio Lozano Gracia dejaron el 10 de diciembre entre Toluca y la capital en 17 paquetes.

5. Muy significativo resulta en este contexto el conocer la lista de “amigos” (publicada por esta misma fuente) a los que Fernández de Cevallos pretende haberse dirigido para que le ayudasen a su “liberación”, pues son aquellos políticos y empresarios salinistas responsables del desastre de México: Carlos Salinas de Gortari, Carlos Slim, Roberto Hernández, Alfredo Harp, Alberto Bailleres, Claudio X. González, Lorenzo Servitje, Lorenzo Zambrano, Emilio Azcárraga, Ricardo Salinas Pliego, Bernardo Quintana, Ignacio Loyola, Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa, Juan Sandoval Íñiguez, Onésimo Cepeda, Norberto Rivera, Roberto Madrazo, Jorge Hank Rhon, Santiago Creel, Enrique Peña Nieto, Carlos Romero Deschamps y Elba Esther Gordillo.

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