sábado, 4 de septiembre de 2010

¿Ciudad en duelo?

Arturo Mendoza Díaz
Catedrático y Analista político
Opinión

John Donne, el poeta inglés, dijo que cuando una persona muere es como si a un libro le fuera arrancada una hoja. En efecto, a partir de un enfoque filosófico y humanístico, tal puede ser el significado de la muerte de un ser humano, sea quien sea, con un impacto que debiera bastar para llenar de luto a la humanidad entera.
Si esto es así, a partir de un sentido literal existen motivos sobrados para que Juárez sea una ciudad en duelo, y eso contando sólo los 2029 fallecimientos que se han producido de manera violenta en los meses transcurridos del año 2010. Esto, con la particularidad de que el luto no es la única carga que la gente lleva encima.
Otro elemento presente en el actual estado de cosas es la impunidad propiciada por el alud de crímenes, el cual a veces rebasa la decena en un día. En ello obra el hecho de que estos ilícitos se asumen como efectos de una guerra, y que los responsables sean identificados con la denominación genérica de un “comando armado”.
Pero al duelo y la impunidad se agrega el temor que siente la población ante un riesgo que puede materializarse en cualquier lugar. Así, el vehículo de “Ana Luisa”, con ella y su familia a bordo de él, fue revisado en el puente ‘Libre’ por unos carjackers que iban como avanzada. Minutos después otros individuos armados la despojaron de su camioneta.
También el martes fue objeto de un secuestro el prestigiado profesionista Rodolfo Acosta Benavides, quien fue asesinado a pesar de que se pagó por su rescate. Mientras, por otra parte, el dueño de un humilde taller perdió la vida a balazos porque no pudo completar la cuota de 15 mil pesos que le exigían unos extorsionadores.

Todo esto, concediendo certeza al dicho de que Juárez es una urbe en duelo, es decir, sumida en el dolor por las muchas muertes habidas en ella, pone de manifiesto varios males más que fustigan a los juarenses. Ahí están, por ejemplo, las nulas consecuencias que acarrea asesinar a una persona, el peligro de violencia y de despojo al manejar un coche y la alta posibilidad de sufrir un secuestro y ser asesinado.
A ello deben sumarse la indefensión, el temor por el peligro en que se vive y hasta la indignación social porque el hampa no perdona ni a las clases económicamente débiles. Y es que aun el taquero humilde que pone una mesa para vender su producto en la banqueta ve amenazada su vida si no paga la ‘cuota’, por lo que cierra su negocio y huye.
Por cierto, de vez en cuando la población corta rosas del jardín de la felicidad que le alegran el corazón: Facundo Cabral viene con su trova a Juárez. Se anuncia un partido de futbol de nivel elevado. Nos dicen que, por fin, el Estado se encargará del Cereso municipal. En la ciudad de Chihuahua cae una banda de extorsionadores.
Y cómo andarán las cosas, que hasta un derramamiento de sangre que en otras circunstancias hubiera originado consternación, como la muerte de 27 sicarios en un choque con el Ejército en Tamaulipas, es capaz de hacer que los ciudadanos vislumbren esperanzas. Por algo un refrán muy conocido reza que “no hay mal que dure cien años”.
De estas noticias, para el efecto, deja un buen sabor de boca la que se refiere al choque entre los soldados y miembros del crimen organizado en el noreste del país, así como lo relativo a los extorsionadores. Lo primero, porque hablaría de una eficacia saludable y de firmeza en el bando del gobierno, en cuanto a una lucha que un sector de la población nacional empezaba a considerar perdida.
En cambio, lo segundo sería una muestra de que es posible aspirar con fundamentos a que se componga la situación en el estado de Chihuahua, y particularmente en Juárez, en consonancia con las nuevas administraciones estatal y municipal. Por eso la captura susodicha equivale a un augurio inmejorable.
Al respecto, menos sujeta a una interpretación subjetiva resulta la estructuración del nuevo Gobierno llevada a cabo en el Congreso del Estado, en la que se fusionaron la Procuraduría General de Justicia y la Secretaría de Seguridad Pública estatal. Ojalá que con esta perestroika, Juárez deje de seguir enlutándose, de tener miedo y de estar en riesgo. Ello, habiéndose acabado, por parte de la gente, la capacidad de asombro, en tanto que persiste la indignación.

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