jueves, 19 de agosto de 2010

Todos somos –muertos de– Juárez

Carlos Murillo
Abogado |

Quiero que me lleven al panteón. No mejor que me cremen. La verdad, lo único que me importa es que no me hagan novenario, me parecen tan aburridos. Creo que el boleto al paraíso nada tiene que ver con las plegarias y estoy seguro que el infierno está aquí en Juárez.

Hago mi testamento para que lo lean y acuso a Calderón de mi muerte, porque lamentablemente, soy un ciudadano más en una ciudad que se está muriendo, soy uno de cientos de miles que en Juárez, sobrevivimos al amparo de la suerte, que nos escondemos detrás de la estadística, que ya no creemos en discursos y que la única razón en que podemos confiar es que es imposible que nos maten a todos al mismo tiempo, pero que sabemos que lo están haciendo poco a poco.

Cuando me maten, que ni me quieran llamar daño colateral, porque ese eufemismo está muy roído, mejor que diga el coordinador de la Operación Coordinada Chihuahua en su informe: “no tuvimos idea de qué pasó pero tampoco nos importa, porque es un número más”, por una sola ocasión –la mía– que digan la verdad.

Por favor, que nadie vaya a decir que “andaba mal, que tenía una cuenta pendiente o que me juntaba con alguien”, mis finanzas hablarán por sí solas y lo digo de una vez porque ni un secuestro exprés aguanta mi tarjeta de débito.

Desgraciado el gobierno federal que cree que va ganando la guerra contra el narco, es más, ellos creen que están participando en la guerra, nada más falso, ésta, es una revuelta entre bandos de criminales, unos con placa y otros sin ella; para el caso, los que traen charola se la quitan y los que no la tienen se la ponen, el orden es lo de menos.

Y cuando me maten, no quiero que salga la procuradora a decir “encontraremos a los asesinos y los vamos a enfrentar a la justicia”, como hicieron con don Miguel Étzel Maldonado, no, aquí que salga y diga la verdad: “no sabemos quién fue y no nos interesa”.

¿Y saben que es lo peor? Que ni siquiera la esperanza dejaron viva y a pesar de eso todavía no se acaban a Juárez, canija realidad.

Y es que, alguien que vive en Juárez ¿en qué otra cosa puede pensar, si no es en el crimen y la muerte? Pocos temas tan socorridos por las charlas de café, en el Facebook o en las reuniones familiares. De pronto salta un narcólogo para explicar la situación, que fulanito le dejó la plaza a mengano y luego llegó zutano, como si fuera la patente de corso; éstos matan, éstos extorsionan, éstos son sicarios. Es tan obvio el asunto que todos sabemos en dónde estamos: en el caos.

Ayer me entero que mataron a Sergio Natividad, amigo y compañero de partido, me sigo negando a creerlo. No puede ser, me repito una y mil veces. Pero, a cualquiera le puede pasar, a mí por ejemplo.

Entonces, si me matan quiero que sea discreto, que no sufra, que mi madre no me vea, que me velen en secreto, que hable mi papá en la misa, que me recuerden con cariño y que después de mi muerte se acabe la chingada guerra.

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