lunes, 30 de agosto de 2010

I

El México real difiere mucho del proyectado por los políticos demagogos o por los multimedia vendidos y cobardes.

Basta salir a la calle para darse cuenta de uno de los problemas que carcomen a la sociedad mexicana: la corrupción; basura en el piso, el policía cobrando su mordida, el microbusero haciendo parada en un segundo carril, el taxista subiendo pasaje sin tarjetón, la gente cruzando la calle sin usar los puentes, el comerciante informal estorbando el paso peatonal, la escuela pública sin alumbrado y muchas más acciones que contribuyen a que la convivencia social se enrarezca.

Claro que hay niveles de corrupción, no es lo mismo que alguien se robe un monedero en el mercado a que el gobierno rescate un banco privado con dinero de todos (FOBAPROA/IPAB, por cierto aprobado un 12 de diciembre, justo cuando toda esa gente enajenada con su dogma religioso estaba distraída); más bien el primero es reflejo del segundo, en México la corrupción es política de estado.

Y no se debe a que en este país falten leyes, ahí tenemos la Constitución de 1917, nacida de la Revolución y retomada por muchos países como ejemplo; es clásico que cada que se presenta un problema nacional, la clase política reacciona creando una nueva ley o modificando una anterior; el problema de las leyes es que no se aplican o se aplican políticamente.

La clase política de México tiene todo a su favor para legalizar el atraco, purificar al ratero, exonerar al genocida, santificar al pederasta, apapachar al torturador y liberar de impuestos a la clase empresarial-parasitaria.

Lo peor es que aun hay quien cree que realmente se combate la pobreza, que se crean empleos, que se combate al narco, eso solo es discurso, es parte del aparato ideológico neo-nazi, con Televisa a la cabeza, que mantiene a mucha gente en la sumisión, eso es lo se combatirá desde esta trinchera, donde entiendo que solo soy uno más que se suma.

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