jueves, 12 de agosto de 2010

El gobierno panista ha cometido dislates y no sabe qué conmemorar: Eugenia Meyer

Comenzó en Filosofía y Letras de la UNAM el coloquio El bicentenario y los centenarios

Sólo podemos celebrar que no hay reacción que dure cien años ni cuerpo que la aguante, dice Semo

foto: Luis Humberto Gonzalez

Arturo García Hernández
Periódico La Jornada
Jueves 12 de agosto de 2010, p. 5

Las diferentes instancias de gobierno, comenzando por el federal, así como los partidos políticos, han hecho uso y abuso de las conmemoraciones del bicentenario de la Independencia y del centenario de la Revolución, hasta convertirlas en cuestión meramente política, de carácter casi electorero más que histórico.

De acuerdo con la historiadora Eugenia Meyer, la prueba de ello es que la famosa comisión para las celebraciones ha tenido cinco o seis coordinadores, ninguno de ellos historiador; o bien son de la Escuela Libre de Derecho, donde estudió Felipe Calderón, o vienen de otros ámbitos.

El gobierno federal, de extracción panista, ha cometido gran cantidad de dislates en las celebraciones porque no tiene nada que conmemorar, porque no sabe qué conmemorar. No es posible que los criollos en el poder estén conmemorando la Independencia y menos aún la Revolución.

Profesora emérita de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) e investigadora especializada en la Revolución Mexicana, Meyer señaló lo anterior al participar en la primera mesa del coloquio El bicentenario y los centenarios, organizado por la Facultad de Filosofía y Letras.

El encuentro conmemora el inicio de las gestas de 1810 y de 1910, pero también los cien años de fundación de la universidad en su carácter nacional, así como el centenario de la Escuela de Altos Estudios, antecesora de los estudios de posgrado.

Durante la ceremonia inaugural, Gloria Villegas, directora de esa facultad, estableció el paralelismo entre el proceso revolucionario y el de la máxima casa de estudios, a la que calificó –citando a Edmundo O’Gorman– como porfirista por su origen y revolucionaria por su vocación.

La inauguración formal fue hecha por Sergio Alcocer, secretario general de la UNAM.

Infinito vagar del sector oficial

En la mesa Las revoluciones y la nación también intervino Enrique Semo, especialista en la historia económica de México, quien resaltó la existencia de dos celebraciones: Una es la que realiza el sector oficial con bombo y platillo, usando todos los medios de difusión, y la otra es la celebración del resto de los mexicanos.

El sector oficial ha hecho de la celebración un infinito vagar por distintos periodos, “transformando la historia en efemérides y resaltando los detalles chuscos o los aspectos de la vida personal: no es casual, hay una intención de deconstruir la historia, deshacer conceptos como revolución y todo lo que unió distintos sucesos en un proceso único.

“Se trata –dijo el autor del libro Viajes alrededor de la izquierda– de decir que realmente no hubo revolución”, hablar de hechos aislados. Por ejemplo: Si yo digo que las luchas campesinas del siglo XIX se sumaron para influir en la participación campesina del siglo XIX, que es una hipótesis teórica bien fundada en las ciencias sociales, me digan que si no lo puedo probar empíricamente entonces no existió tal cosa, que esas luchas no heredaron una conciencia campesina.

De ese modo, al final de la gran celebración oficial, nos quedamos sin nada, sin revoluciones, sin campesinos, sin las diferencias entre Zapata y Carranza.

Y los mexicanos comunes, “¿debemos celebrar?, ¿lamentarnos? No estamos muy seguros. Hay dos maneras de enfocarlos: si lo hacemos a partir de los que ha pasado en el país en los pasados 20 años, no tenemos mucho que celebrar porque las revoluciones están siendo destruidas en la práctica.

Estamos en una época contrarrevolucionaria y lo único que podemos celebrar es que no hay reacción que dure cien años ni cuerpo que la aguante.

Carlos Herrejón y Alfredo Ávila coincidieron, cada uno en su turno, en señalar que la desorganización y otras fallas en los actos conmemorativos oficiales no necesariamente tienen origen en cuestiones ideológicas, sino en simple y llana incompetencia.

Eugenia Meyer disintió de esa afirmación.

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