jueves, 29 de julio de 2010

López Obrador los puso nerviosos

Ciudad Perdida


La gente ya decidió

Miguel Ángel Velázquez
Parece que desde los micrófonos de los justos” nadie quiere creer en Andrés Manuel López Obrador. Pero eso sí, como los ha puesto nerviosos, tanto que muchas veces la pregunta que salta, por obvia, es: si no le dan ningún chance, ¿por qué se preocupan tanto por lo que pueda pasar en las elecciones presidenciales? Si, como dicen, el 12 no será lo mismo que el seis –ojalá–, ¿por qué tanto brinco y tanta alharaca?

Y lo peor no es eso. Lo peor es que ahora hay quien se atreve a decirlo: las elecciones no dependen de la gente, sino de las circunstancias políticas del momento, algo así como: “las elecciones no se ganan con votos sino con cochupos, con alianzas espurias, con candidatos dispuestos a todo, menos a escuchar a la gente”. Eso, nos dice algún dasafinado gurú de los desesperados, es lo importante.

En la era del mercado lo que no se vende no existe, y los miles que estuvieron en el Zócalo el domingo pasado, por tanto, son nadie. Desde luego para quienes necesitan de todo tipo de alianzas, de alianzas con todos los tipos, menos con la gente, de eso ni hablar. Pero lo que sucedió ese mismo día no deja lugar a dudas. Esa gente ya decidió, no está en venta.

Lo que no se entiende, o no se quiere entender, es que no se trata de quién es el candidato que prefiere el grupo dominante, que, como ya dijimos y quedó demostrado, poco o nada tiene que ver con su militancia, sino de la voluntad de quienes tendrán que emitir su voto. Y esta vez, es decir, en 2012, según se puede ver, no se dejarán arrebatar el triunfo, si lo obtienen.

Entonces, hay que reiterarlo, no hay divisiones dentro del PRD. Sí existe, ya no hay duda, una dirigencia sola, abandonada por la militancia, y la mayoría que, sin dejar el perredé, tratará, primero, de hacerle rencauzar el camino, tomando para ellos lo que ellos han hecho vivir, y luego tratarán de llevar a quienes ellos elijan a las oficinas de Los Pinos.

Eso es lo que parece que, además de la gente, nadie quiere entender. Ni divisiones ni agandalles. Lo que la gente acepta es lo que quiere. Imponer parece, hoy por hoy, un ejercicio inútil. Las pruebas están más que claras: el fracaso en Zacatecas y el muy claro desbarrancón en Hidalgo, donde la gente, pese a todo, repudió a la derecha. Éstas son apenas dos muestras de lo que vendrá.
Ahora que si lo que se quiere es fabricar divisiones de papel, rupturas engendradas en la frustración, ni modo; eso será parte de lo que tendrá que enfrentar el proceso de cambio que se propuso en el Zócalo el domingo pasado, y aunque no será fácil, hay confianza, entre quienes no aceptan las versiones perversas del centrismo, de que el cambio es inevitable.

Por lo pronto, el mitin del pasado domingo en la plaza mayor del país tiene muy nerviosos no sólo a los perredistas impuestos, y a los que han arribado, por la derecha, como dirigentes de la organización de las izquierdas, sino a los priístas y a los panistas que sentían que, en política, el petate del muerto no asusta.

De pasadita

Esta tarde, por ahí de las 15 horas, Marcelo Ebrard citó a todos, o casi todos, los miembros de su gabinete a una comida, en uno de los salones del Antiguo Palacio del Ayuntamiento. Dicen que el tema será la elección del candidato para la próxima jefatura de Gobierno, porque aunque no se crea, y aunque la caballada esté flaca, está desbocada y es urgente imponer reglas a la sucesión.

Es evidente que entre los miembros de su gabinete hay quienes quieren, quienes lo merecen y quienes no tienen ni la más remota posibilidad de ganar, aunque los apoyara toda la estructura política del gobierno. Un caso es el de Alejandro Rojas, por ejemplo, aunque dicen que aun así él sueña con la posibilidad.

De cualquier forma, hay otros que aseguran que la comida tiene importancia porque allí se anunciarán cambios. Sea como sea, el convite del jefe de Gobierno ha despertado muchas inquietudes entre los inquietos. Por lo pronto el mensaje, si es que por ahí va, invitará a mantener la calma y que cada quien se dedique a su trabajo. ¿Será?

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