jueves, 25 de marzo de 2010

Se desata furor de la niñez por la poesía durante una tarde inolvidable en Buenavista

Eduardo Lizalde y José Emilio Pacheco fueron aclamados como ídolos por sus lectores infantiles


Tienen el talento para sobrevivir en este país siniestro que les están legando, señala JEP a los pequeños

Gracias, saben leer mejor que los adultos, expresa el autor de El tigre de Pablo

Eduardo Lizalde y José Emilio Pacheco, ayer, en la Biblioteca Vasconcelos
Foto Roberto García Ortiz
Mónica Mateos-Vega

Periódico La Jornada
Jueves 25 de marzo de 2010, p. 5
Niños y poetas. Grandiosa y festiva combinación de camaradas ayer en la presentación del libro realizado con las obras ganadoras del concurso de dibujo infantil al que convocó hace meses el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, para conmemorar los 80 y 70 aniversarios natales de Eduardo Lizalde y José Emilio Pacheco (JEP), respectivamente.

Hormigas, monos, gatos, dragones y pájaros, así como muchos versos e historias de tigres entusiasmaron al numeroso público que acudió a la Biblioteca Vasconcelos de Buenavista, donde sucedió algo pocas veces visto: el furor de la niñez por la poesía.

Cuando los autores llegaron al auditorio del recinto fueron recibidos, literalmente, “como estrellas de rock”: con gritos, aplausos y silbidos de niños y adolescentes. Muchos traían entre las manos el libro Celebración de la palabra: Eduardo Lizalde y José Emilio Pacheco para niños, cuyas ilustraciones “son más fuertes que la violencia y el caos, el ejemplo de que contra la muerte y el horror prevalecen la vida y el arte”, afirmó Pacheco, muy emocionado.

El poeta agradeció a los niños por demostrar con sus trabajos “que la imaginación y el talento son inagotables” no obstante que la sociedad “que hemos creado se empeña en destruirlos. Pero ustedes tienen el talento para sobrevivir a este país siniestro que les están legando y por el que muy pronto nos van a exigir cuentas. Voy a conservar toda la vida los dibujos que me han regalado”.

¡Qué pregunta más intensa!

Muy atentos, los chicos escucharon a Eduardo Lizalde recordar que los cuentos que sirvieron para inspirar sus dibujos los escribió hace poco más de medio siglo: “me asombra que leyeran ese muy complejo texto que hice cuando me dedicaba a la modesta tarea de cobrador de una empresa productora de ron”.

El escritor dijo que debido a ese oficio recorría entonces colonias muy apartadas de la ciudad, donde conoció la miseria, “la cual sigue siendo la misma. Por eso propondré a mis colegas que creemos una fundación nacional de apoyo a las comunidades indígenas del país, porque ¡el problema no se ha resuelto!

“En esas colonias fui testigo de una inundación, como las que siguen ocurriendo. Ahí había un niño que creía que su gato era un tigre y que al ver las aguas negras pensó que el mar había llegado, putrefacto y pestilente, a traerle la muerte a su gato.
“Me sorprende que los pequeños hayan ilustrado con más profundidad esta historia que nadie. Gracias, saben leer mejor que los adultos.”

Se pidió después al público regalar palabras a los poetas, “para que hagan flores, como se llama en náhuatl a la poesía”. También se invitó a que les hicieran preguntas. Casi todos los pequeños alzaron la mano. Ariadna, de unos cinco años, fue de las primeras en querer saber “¿por qué les gusta escribir?”

Lizalde respondió con humor: “¡qué pregunta más intensa! No nos gusta, es una maldición que cargamos en los hombros”, mientras que Pacheco añadió: “es lo único para lo que sirvo, no nací para hablar, sino para escribir, pues ahí no tengo que darle la cara a la página”.

Una lluvia de palabras favoritas fue obsequiada después a los autores, que gozaron escucharlas en voz de sus pequeños y cautivos lectores: familia, estrella, sueño, perro, amor, luna, tigre, pony, rocanrol, superhéroe, respeto, jugar, convivir, coco, chango, chipote.

“Chango también es una palabra que me gusta por enigmática y porque además sólo existe en México, en ningún otro país le dicen así a los monos”, apuntó José Emilio Pacheco.

Fueron las inquietudes de los niños las que guiaron la charla con los autores: ya sea sobre la existencia de musas, el genio de Mozart, el prodigio de Lope de Vega, la necesidad de volver al verso, el trabajo y la suerte del poeta o la necesidad de hacer una selección de los mejores poetas del siglo XX.

Para cerrar el encuentro, llegó la música del grupo La Libélula, primero para presentar el relato El tigre de Pablo, de Lizalde; luego, para jugar con el ritmo de los poemas de Pacheco, algunos a ritmo de rap: “Cuando el mono te clava la mirada/ estremece pensar si no seremos/ su espejito irrisorio y sus bufones”.

Fue una tarde inolvidable para dos poetas que nunca ocultaron su felicidad por esa experiencia que, “es increíble que a estas alturas de la vida nunca hayamos vivido”, afirmó Pacheco.

Fue la tarde también de decenas de niños jubilosos, que aplaudían y gritaban por el puro placer de escuchar versos y soñar: “El que derrota al monstruo/ y ocupa su lugar/ se vuelve el monstruo”.

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