sábado, 9 de enero de 2010

El insensible Cordero



Salvador García Soto
Serpientes y Escaleras
09 de enero de 2010


Sin ser tecnócrata puro, el joven secretario actúa en la más dura ortodoxia y el dogmatismo de la tecnocracia priista



A juzgar por sus declaraciones y sus primeras acciones como secretario de Hacienda, nunca entendió la pobreza más allá de las cifras

¿De qué le sirvió al secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, haber estado casi dos años al frente de la Sedesol? Al parecer de nada. Porque si después de haber visto de cerca la pobreza, aunque haya sido desde la comodidad de su cargo, y después de haberle tocado reconocer las cifras del Coneval que documentaron el crecimiento de la pobreza extrema y la pobreza general en el país en los últimos años, el funcionario aún piensa que aumentar los precios de los combustibles no tiene un impacto demoledor en la población, es que simplemente carece de sensibilidad social.


Sin ser tecnócrata puro, el joven secretario actúa en la más dura ortodoxia y el dogmatismo de la tecnocracia priista. Primero sacrificar a la gente, asfixiarla, llevarla al límite de su capacidad de resistencia, antes que afectar el déficit, parece ser la filosofía con la que Cordero defendió ante el Congreso lo que parece indefendible: “Volver a congelar los precios de las gasolinas sería actuar de manera irresponsable, sería actuar sabiendo que no vamos a poder financiar el Presupuesto de Egresos de la Federación; habría que endeudarse para llevar el ritmo de gasto aprobado”.




¿Y no fue con endeudamiento y con un aumento intencional del déficit fiscal que el gobierno de Estados Unidos enfrentó la peor crisis en el país que le dio origen? ¿No fue con deuda prevista y controlada, y con la inyección de recursos públicos por miles de millones de dólares, como Barack Obama echo a andar el plan de rescate financiero y de apoyo a la sociedad estadunidense que hizo que la caída final de su economía fuera de 2.5% de su PIB mientras en México el azoton será hasta de 8 puntos del PIB?




¿Qué es más irresponsable mover unos puntos el déficit y adquirir deuda responsablemente para rescatar a la gente y a la planta productiva o aumentar los impuestos y los precios de los combustibles para que la gente sea ella la que rescate las finanzas del gobierno?




Por más argumentos legales y de “responsabilidad” que manejen el secretario, el gobierno y su partido, difícilmente convencerán a la población de que las “medidas dolorosas pero necesarias” o las “medidas populares pero responsables” son la única opción y que los contribuyentes tienen que pagar por los errores, la soberbia y la incapacidad de sus gobernantes, sean estos del Poder Ejecutivo o del Poder Legislativo.




La sensibilidad social es algo de lo que carecen los técnicos que manejan la economía del país. No la tenían la primera generación de tecnócratas del PRI que impusieron y sostuvieron tozudamente un modelo económico que sólo ha empobrecido a la población, y no la tienen tampoco esta segunda generación de “yuppies” de la tecnocracia, varios de ellos hijos de aquellos priistas, que hoy controlan la Secretaría de Hacienda, que trabajaban con Agustín Carstens, y a los que el mismo Cordero pertenece.




Una vieja vision


Hace casi dos años, el 15 de enero de 2008, el mismo día que lo nombraron secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero estaba en una comida con Carstens. En un salón del Palacio Nacional, el entonces subsecretario de Egresos, acompañaba a su jefe en aquel encuentro con periodistas a los que habían invitado para explicarles las recién aprobadas alzas a los combustibles que ya habían desencadenado también aumentos en cascada de productos básicos como el del precio de la tortilla.




“¿Le preocupa al gobierno este impacto en la economía familiar del “gasolinazo”, cómo ven el aumento de la tortilla?”, preguntó este columnista a Carstens en la comida. Después de balbucear algunas explicaciones técnicas mientras comía el postre, el secretario de Hacienda minimizó los impactos y cedió la palabra a sus colaboradores.




Sentado en esa mesa, Cordero respondió a la pregunta: “Eso del gasolinazo y los supuestos aumentos son sólo cosas que dicen los medios. En la realidad los incrementos en la gasolina no han tenido un impacto inflacionario, la tortilla no se ha disparado y sólo depende dónde la compren. Nosotros no vemos la afectación a las familias, más allá del escándalo de los medios”.




Los comentarios de Cordero y de varios de los colaboradores de Carstens dejaron claro que, por su formación, su origen o simplemente porque sólo creían en sus propias cifras, todo aquel grupo que controlaba entonces –y aún lo hace—la Secretaría de Hacienda, vive en otra realidad muy distinta a la de millones de mexicanos que luchan cada día por la supervivencia.


Horas después de aquella comida y aquellos comentarios, Ernesto Cordero dejaba la Subsecretaría de Egresos y era nombrado en Los Pinos secretario de Desarrollo Social.




A engordar puercos y gallinas


Ya como secretario, en octubre de 2008, ante informes de la OCDE y Amnistía Internacional, que advertían que las cifras de la pobreza alimentaria en México se estaban disparando y que más de 26 millones de mexicanos no tenían ingresos suficientes ni para alimentarse, Cordero culpó sólo a la caída de las remesas como causa del aumento de la pobreza alimentaria y propuso que las familias se dedicaran a engordar puercos y gallinas para que pudieran alimentarse. "Ése es un esquema de inversión muy importante", dijo el entonces titular de la Sedesol.


Unas semanas después, el mismo secretario tuvo que reconocer que el problema no era solo de la caída de las remesas y que la crisis que entonces iniciaba, haría fracasar las estrategias sociales del gobierno: “No podemos garantizar que la pobreza alimentaria no crezca en el próximo año... Es difícil…Algunos conteos de instituciones sugieren que antes del subsidio alimentario podría subir en 6 millones de personas. Después de eso no se han hecho nuevos cálculos", decía. Sólo seis meses después, las cifras del Coneval confirmaban el negro pronóstico y el mismo Cordero reconocía que, bajo su gestión, la pobreza alimentaria había crecido de 12 millones a casi 20 millones de mexicanos que no tenían ni para comer.




Todavía hace unas semanas, en un acto apoteósico que le organizaron para lucirse, Ernesto Cordero hablaba de la pobreza con un espectáculo multimedia que utilizó para impresionar a empresarios y uno que otro experto en el tema que acudió a un foro organizado por la Sedesol.




A juzgar por sus declaraciones y sobre todo por sus primeras acciones como secretario de Hacienda, Cordero nunca entendió la pobreza más allá de las cifras, los discursos o las animaciones virtuales. Cuatro definiciones da la Real Academia para el adjetivo de insensible: “Que carece de sensibilidad. Privado de sentido por dolencia, accidente u otra causa. Que no puede sentir o percibir. Que no siente las cosas que causan dolor y pena o mueven a lástima”. Las cuatro aplican al secretario autor del nuevo gasolinazo.

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