sábado, 26 de diciembre de 2009

Es un honor ser ciudadano del DF

Gustavo Gordillo
“Nosotros, el obispo Eamonn Walsh y el obispo Raymond Field, hemos informado (el jueves por la noche) al arzobispo Diarmuid Martin que hemos presentado nuestra dimisión el papa Benedicto XVI como obispos auxiliares del arzobispado de Dublín”, precisaron en un comunicado publicado en la página de Internet de la diócesis de la capital irlandesa. “Mientras celebramos la fiesta de Navidad, el nacimiento de nuestro Señor, el príncipe de la paz, nuestra esperanza es que nuestra acción pueda ayudar a devolverles la paz y la reconciliación de Jesucristo a las víctimas/supervivientes de estos abusos sexuales”, añadieron a la vez que reiteraron sus excusas a los afectados. Ya Soledad Loaeza se ha referido a este tema el jueves pasado aquí en La Jornada. Así, mientras un escándalo más explota en el seno de la Iglesia católica –otros muchos han estalla en varias iglesias y en varias partes del mundo–, Norberto Rivera, Onésimo Cepeda –ese increíble síndrome de la mezcla entre lo público y lo privado– y la CEM se permiten darnos clases de moral a los habitantes de esta ciudad.

Las modificaciones aprobadas en la Asamblea Legislativa al Código Civil del DF constituyen un evento histórico por partida doble. La más inmediata y significativa en la vida de muchas y muchos homosexuales y lesbianas es la posibilidad de cristalizar su amor a través de una convivencia que, legalizada como ahora será, pueda hacer uso de los derechos que existen para las parejas, incluyendo la adopción, que hasta el momento les han sido negados. La “unión libre entre dos personas” no hace apología de ninguna forma específica de preferencia sexual, de amor o de convivencia. Como la despenalización del aborto y la lucha por el derecho a decidir no aboga por el aborto. En ambos casos lo que se tiene en común es el propósito de extender derechos y libertad a quienes por discriminación o desigualdad han sido privados de ésta y de aquéllos.
La manera soez con que se refirieron a la legalización de los matrimonios entre personas del mismo sexo tanto el cardenal Rivera como otros dignatarios de la Iglesia católica y la campaña que han instrumentado en muchas entidades federativas contrarias al derecho a decidir sólo confirma la tendencia histórica de esta institución a apoyar sistemáticamente las causas iliberales. Es este núcleo duro de la restauración conservadora el que se mueve activamente para asegurarse de que el próximo Presidente de la República en 2012 sea tan conservador y regresivo como los últimos dos, pero quizás con un sentido de eficiencia de la cual han carecido.

La presencia del gobernador Enrique Peña Nieto en el Vaticano, acompañado por un enorme séquito de obispos y patrocinado por un grupo significativo de empresarios, expresa plásticamente, como señaló Sánchez Rebolledo en estas páginas, una potencial coalición que tiene en común el uso del estado de derecho para favorecer intereses particulares, el ataque frontal al Estado laico y la exclusión de derechos fundamentales para diferentes minorías y, en el caso de las mujeres, mayorías.

Desde ese continente conservador, la difuminación de las fronteras entre lo público y lo privado lo mismo se expresa en los intentos sistemáticos por meterse en las sábanas ajenas dictando reglas de buena moral –mismas que algunos en sus congregaciones violan brutalmente– que en refundar un Estado confesional bajo el velo encubierto de una pretendida defensa de la libertad religiosa.

De ahí que al mismo tiempo que celebramos una libertad recobrada en lo que respecta a los matrimonios de personas del mismo sexo, debemos apreciar la importancia que para la configuración de un polo progresista representa contemporáneamente el tema del Estado laico.

Por lo pronto, como regalo de fin de año y premonición del que viene, quiero decir con orgullo: es un honor ser ciudadano del DF.

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