lunes, 3 de agosto de 2009

Crimen sin castigo


Jacobo Zabludovsky



Pasado mañana se cumplirán dos meses de la tragedia de la guardería y uno de la del Partido Acción Nacional.

Ninguna comparación entre ambas. Cuarenta y nueve niños no se lo merecían. El PAN sí.

A lo largo de su historia México ha definido algunos gobiernos según su acontecimiento más calificado. Así recordamos, para citar ejemplos, el régimen de Benito Juárez asociándolo al fusilamiento de Maximiliano, culminación de la defensa jurídica de un Estado soberano.

El gobierno de Venustiano Carranza fue el de la Constitución. El de Plutarco Elías Calles se une al nacimiento del primer partido revolucionario, origen del PRI. Emilio Portes Gil, la autonomía a la Universidad Nacional. Lázaro Cárdenas expropió el petróleo de manos de las desafiantes compañías extranjeras.

Manuel Ávila Camacho y la guerra mundial. Gustavo Díaz Ordaz se retrata en el Tlatelolco de 1968. Miguel de la Madrid, en el terremoto de 1985. Ernesto Zedillo Ponce de León, en la transmisión pacífica del poder a un partido de oposición por primera vez en 70 años.

El actual gobierno puede pasar a la historia por la calcinación de 49 niños y quemaduras a 20 más. A menos que algo peor ocurra de aquí al término cronológico de su mandato. No sólo el hecho aislado del pavoroso desastre, suficiente para llenar un capítulo del sexenio, sino la corrupción que lo antecedió y siguió después, en un intento de manipular políticamente el luto de tantas familias y el trauma de toda una sociedad. La Tragedia de la Guardería habrá de escribirse con mayúsculas, título del episodio convertido en prototipo de una época de México.

El 5 no es única liga entre el incendio y la votación. Están encarnados como una mala uña. El informe del director del Seguro Social sobre nombres y cargos de propietarios, accionistas, directores y representantes legales de las guarderías se dio, después de una espera nacional de más de un mes, tres días después de las elecciones. Los apellidos de numerosos personajes eran de poderosos políticos.

Su difusión podría hacer disminuir el número de votos del partido en el poder. Los principales involucrados, identificados desde el primer momento, tuvieron todo el tiempo del mundo y lo aprovecharon para huir con rumbo desconocido. Cuando estaban lejos y escondidos, las autoridades, que habían compartido asientos con ellos, pidieron a la Interpol su búsqueda urgente.

En aquel primer informe se supo que de mil 437 guarderías subrogadas sólo 16 fueron licitadas. Las demás se adjudicaron directamente a los grupos solicitantes formados en su mayoría por hombres y mujeres influyentes. No se explicó el método ni hubo transparencia de las licitaciones, asunto digno de ventilarse, aunque las instaladas así son menos de 2%. Nada se dijo entonces del criterio seguido para asignar, más de 80% restante, de manera directa. El acceso a la información se complicó, los mal pensados dicen que de eso se trataba, debido a que la lista de guarderías subrogadas se subió a internet en un formato muy difícil de consultar.

Para llegar a los nombres buscados es necesario revisar estado por estado y guardería por guardería, aparte de que algunos enlaces electrónicos resultan inaccesibles.

El vulgo, es decir usted y yo, se queda en Babia. Sin embargo, no ha sido necesario descifrar la piedra Roseta. Todos sabemos oír, que es más fácil, y casi todos leer. Y por las orejas y los ojos creció la percepción de que desde el principio jugaron al laissez faire y laissez passer. Pero hubo columnas y noticiarios de radio en que no dejamos de mantener vivo el profundo malestar popular, evitamos el carpetazo, descubrimos ocultos hilos de los tejidos sucios.

Terminó el mes de julio más desastroso de los últimos tiempos para un gobierno, si destacamos la derrota del PAN en las elecciones, su poco estilo para asimilar el golpe y las cuarteaduras internas de sus cuadros no preparados para la desventura. Más desastrosa para lo que queda de la imagen panista fue la publicación de los detalles de eso que llaman asignación de guarderías.

Los hombres se miden en función del tamaño de los obstáculos a vencer. Igual los gobiernos. No midamos ahora el tamaño del drama de Hermosillo, baste comprobar que el gobierno no pudo superarlo. Los indicios no son alentadores. Haber fomentado la impunidad de los culpables, desde los que repartieron permisos para enriquecer a sus cuates o intercambiar favores, hasta quienes siguen creyendo que dormirán como bebés, no son cosas fáciles de perdonar. Ni siquiera de olvidar. Creen que este será otro crimen sin castigo.

Se equivocan.

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