sábado, 23 de agosto de 2008

La derecha chayotera también está preocupada por la crisis económica

21-Ago-2008

Archivos del poder

Martín Moreno

¿Y la economía?


“Tenemos que echarle más agua a los frijoles y recalentar más tortillas”,
advirtió el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, durante un programa de
televisión. Podría parecer una frase trivial y hasta socarrona. Sin embargo,
detrás de estas palabras se asoma el rostro más cruel de la economía: el
sacrificio de los bolsillos de la mayoría de la población.

El aumento en los precios ha sido brutal en los últimos
meses
. La inflación, como un enemigo silencioso pero implacable, ha
crucificado el poder adquisitivo de millones de mexicanos, principalmente
quienes sobreviven con uno o dos salarios mínimos diarios. Las cifras del Banco
de México (BM) son para doblarse de risa, cuando hablan de incrementos
inflacionarios de 6% al cierre del año, mientras la realidad indica cosas muy
diferentes y dolorosas.

Y aunque suenen superficiales y hasta simplistas, pero hay indicadores
más que alarmantes. Ejemplos:

- Cuando una cajeta, producto que está en la mesa de millones,
cuesta ¡51 pesos!, es decir, el equivalente a un día de salario mínimo, algo
anda ya muy mal en el plano económico.


- Si el precio de un kilo de huevo sobrepasa los 20
pesos —40% del mínimo— y productos básicos como el aceite y el pan aumentaron
hasta 80%, algo tampoco está funcionando.


- Aún más: la leche, contra el cálculo oficial de
que ha aumentado su precio 18%, en realidad su incremento fue por arriba de 100%
en los cuatro años más recientes.


Esa es la realidad más dolorosa que puede sufrir cualquier
país: que la mayoría de su población se meta la mano en el bolsillo y se dé
cuenta de que cada día alcanza para comprar menos. Es el drama de aquellos que
nada tienen que ver con las cifras maquilladas del BM, pero sí necesitan lidiar
con la carestía y la voracidad de los comerciantes.

Este es realmente el problema que debería preocuparle, no sólo al
gobierno, sino a todos los sectores. Sabemos que, hoy por hoy, son la seguridad
y la reforma petrolera los temas que dominan la agenda nacional, cuestiones por
demás fundamentales.

Sin embargo, la administración calderonista parece no haber entendido los
riesgos de tener a una población hambreada, con precios fuera de su alcance y
los bolsillos cada vez más vacíos.

Una reciente encuesta del periódico La Prensa,
nos demuestra un escenario lacerante: en los mercados populares se está dejando
de comprar por kilo y solamente se adquieren cuartos o fracciones más pequeñas
porque sólo para eso alcanza: para medio kilo de huevo, un cuarto de frijol o
dos pesos de tortillas. Es una ofensa hacia la condición humana, en un país
donde vive el hombre más rico del mundo.


Eso ocurre en las grandes ciudades. Imaginemos cómo la
están pasando en los municipios más pobres del país, con unas cuantas tortillas
y un puñado de arroz o de frijoles. Al gobierno se le olvida, peligrosamente,
que hay 50 millones de pobres y que 15 millones de ellos están en pobreza
extrema.

Nos desgarramos las vestiduras por las amenazas de AMLO, pero en
realidad deberíamos preocuparnos cuando miles de Guerrero, Oaxaca, Chiapas o
Hidalgo lleguen, desesperados y con hambre, a tomar la Central de Abasto.

Nos ofendemos cuando los revoltosos hablan de una revolución, pero lo
que nos debería preocupar es cuando otros tantos miles ocupen Palacio Nacional,
cansados de tantos años de burlas, miseria y abandono.

Entonces sí vamos a extrañar a López Obrador para dar paso a una
revuelta social de a de veras.

No en balde alcanzamos, en julio pasado, la inflación más alta de los
últimos nueve años: 0.56 por ciento. Sin embargo, esta cifra solamente es para
las estadísticas, porque la realidad de la economía popular es que todo, día a
día, está más caro.

De acuerdo con el INEGI, durante este verano, “la confianza de los
consumidores para hacer compras se desplomó a su nivel más bajo de los últimos
seis años, lo que refleja un efecto en el bolsillo de la gente, derivado de los
precios elevados del mercado”. Priva la desconfianza y se percibe que no es buen
momento ni para comprar ni para invertir.

Se calcula que la carestía ha pegado a los más pobres, ya que para las
familias que perciben un salario mínimo o menos, la inflación ha sido,
“oficialmente”, de casi siete por ciento.

Y más: mientras Consulta Mitofsky revela que 75% de la población piensa
que la situación económica ha empeorado en el último año, BGC-Excélsior estima
que “se mantiene la percepción de incrementos fuertes en el costo de los
alimentos”. La OCDE adelanta también que cuando menos 200 mil mexicanos más
perderán el empleo en 2008.

Todo ello ha generado serias dudas sobre el horizonte económico del
país. Son indicadores que provocan desconfianza. El pasado 27 de mayo señalamos
en estos Archivos: “La sombra de una crisis de fin de sexenio parece
asomarse”.

Días después, en Reforma, Sergio Sarmiento preguntó: “¿Habrá otra vez
una crisis de fin de sexenio?”

Y en las páginas de Excélsior, David Páramo se refirió al “inicio de
problemas financieros graves como los que se vivieron después del error de
diciembre (de 94)”. Es decir: el crecimiento incontrolable e impagable de deudas
bancarias y la pérdida de bienes, como ocurrió luego de la herencia financiera
maldita que nos dejó Salinas de Gortari.

Discutamos seguridad, petróleo y educación. Son prioridades. Pero no
perdamos de vista el estómago de millones. No despertemos al México
bronco.

Archivo confidencial… En tiempo récord, el Metrobús de la Ciudad de
México se ha vuelto lento, inoperante y engorroso. Rápidamente quedó rebasado
por la demanda, además de tener altos niveles de contaminación. No dan
una.

http://www.exonline.com.mx/diario/columna/326807



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